La invitación contenida en este versículo debería inducirnos a todos nosotros, que somos extranjeros y peregrinos en este mundo, y pertenecemos al Señor, a procurar y mantener la paz y prosperidad del pueblo en medio del cual vivimos.
De un modo particular debemos interceder constantemente por nuestra patria y por nuestra ciudad para que Dios las bendiga. Oremos constantemente por la gran dádiva de la paz, tanto en nuestra patria como en el extranjero.
Oremos:
Señor, Me pides que pida por la paz de la ciudad y ante tu altar pongo mi ciudad para que la paz infinita fluya como un río de agua viva y la bendición sobreabunde. Pido por los gobernantes y los que están en eminencia para que así podamos vivir reposadamente. En el nombre de Cristo Jesús Amén.
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