Usted fué creado por Dios feliz y colocado en un paraíso terrestre. En otras palabras, nació feliz para ser feliz. Pero comió el fruto de la tristeza, del desánimo, del fracaso, del sufrimiento, de la irritabilidad, del odio, del egoísmo, de la frustración, de la miseria y, por eso, fue expulsado de su paraíso interior, teniendo que vivir en el infierno de la depresión, del sufrimiento, del stress y de la enfermedad.
Llegó la hora de salir del exilio.
Retorne ahora mismo.
Usted sabe que no vino a este mundo a sufrir. Si usted está en el camino de su infierno interior no es porque lo quiera. Es solamente una desastrosa equivocación.
Pero ésto ya es pasado.
Al dar el primer paso de regreso al paraíso, ya dejó atrás el pasado y sus pesadillas.
Como sucedió en la parábola del hijo pródigo, ahora usted está volviendo a la casa del Padre, donde todo es alegría, bienestar, abundancia y felicidad.
El bien perdona al mal. El presente perdona al pasado. Fue así como sucedió con el hijo pródigo. Al volver a la casa, fue recibido con alegría, fiesta y banquete.
No sea vengativo con usted mismo: perdónese, sea feliz.
Dios desea que «[nuestro] gozo sea cumplido» (Juan 15:11), y sabe que para ello es indispensable que perdonemos a los que nos han ofendido, nos dejemos de resentimientos y rencores y olvidemos el pasado. ¡Es posible superarlo!
Filipenses 4:4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
La vida es una proyección de tu mente. Más que eso: tu vida es el resultado de sus pensamientos.
Ralph Waldo Emerson, pensador y escritor norteamericano, dijo que el hombre es aquello que piensa el día entero.
Todo pensamiento cargado de emoción, reforzado por el sentimiento, se transforma en realidad física.
James Hallen afirmó, con toda razón: "Todo cuanto el hombre consigue y todo cuanto deja de conseguir es resultado directo de sus propios pensamientos".
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