miércoles, 21 de septiembre de 2011

Cuando ores trata de ser sencillo

  • La grandeza de la oración está en la sencillez
  • Ser sencillo como un niño, cuando oras, es el método más perfecto. Jesús ya enunció esta verdad hace dos mil años, cuando dijo: «Si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos».
  • El reino de los cielos es un estado interior de comunión con Dios y, consecuentemente, es el estado de felicidad.
  • Ser como un niño es ser sencillo, puro y transparente en tu pensamiento; mantener univocidad entre la mente consciente y la subconsciente; tener confianza; creer ciegamente en el poder de Dios, así como el niño cree en el poder del padre y de la madre; decir lo que quieres decir y no tener doblez, ser siempre positivo, no guardar rencor y sentir armonía dentro de ti.
  • Toda oración verdadera es sencilla.
  • Y toda oración sencilla es unívoca.
  • Toda oración unívoca es infalible.
  • Para alcanzar la sencillez, necesitas soltarte, desarmarte, sentir el vuelo indescriptible de la libertad interior; tienes que saber envolverte en la poesía de la puesta del sol y alcanzar la belleza indecible de la flor.
  • Ser sencillo es saludar a quien has ofendido y, con una sonrisa, pedir disculpas; ser sencillo es no dejar que entren en tu cabeza las maldades de los demás y siempre perdonar con las manos abiertas.
  • Ser sencillo es ser realmente sencillo.
  • Cuando eres sencillo, has alcanzado la Vida, pues la sencillez te pone en comunión con Dios y con todo el universo.
  • Esta sencillez es el propio reino de los cielos.
  • Para alcanzar la sencillez es necesario que te sumerjas a fondo en tu ser interior, hasta alcanzar la frontera entre lo finito y lo infinito. Cualquier pensamiento o sentimiento que estorbe la sencillez interior, te desviará y, entonces, no conseguirás encontrarte con Dios.
  • La oración sencilla no puede contener odio, pues solamente la luz del amor universal iluminará tu camino hasta tu Dios interior. Basándose en esta verdad, Jesús enseñó:
  • «Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; después vuelve a presentar tu ofrenda. Procura conciliarte con tu contrario, mientras estás con él por el camino […]». (Mt 5, 23-25).
  • Quiere decir que, mientras que haya odio dentro de ti, tu oración no llegará a Dios, por tanto, no servirá subir al altar para hacer la ofrenda. Estarías perdiendo el tiempo.
  • Jesús aconsejó entonces, dejar la ofrenda y reconciliarse primero con el hermano.
  • Recuerdo ahora otro pasaje de la Biblia que dice que solamente los puros de corazón verán a Dios.
  • Ser sencillo es ser puro de corazón.

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