Si usted no sabe cómo pedir la curación de una enfermedad, haga esta oración:
"Padre Celestial, que habitas mi interior, impregna con Tu Luz vital cada célula de mi cuerpo, expulsando todos los males, pues éstos no forman parte de mi ser. En mi verdadera realidad, como hijo de Dios perfecto que soy, no existe enfermedad; por eso, que se aleje inmediatamente de mí todo mal, todos los bacilos, microbios, virus, bacterias, tumores y párasitos nocivos, para que la perfección se exprese en mi cuerpo, que es el templo de la Divinidad.
Padre, Tu divino Hijo Jesús dijo: "Pedid y recibiréis, porque todo aquel que pide, recibe"; por lo tanto, tengo la absoluta seguridad de que mi oración de la curación ya es la propia curación. Para mí, ahora sólo existe esta verdad: la curación total.
Aunque la imagen del mal permanezca por algún tiempo en mi cuerpo, sólo existe en mí ahora la imagen mental de la curación y la verdad de mi salud perfecta.
Todas las energías curativas existentes en mí están actuando intensamente, como un ejército poderoso e irresistible, venciendo a los enemigos, fortaleciendo las posiciones debilitadas, reconstruyendo las partes destruidas y regenerando todo mi cuerpo.
Sé que el Poder de Dios actúa en mí y realiza el milagro maravilloso de la curación perfecta.
Esta es mi verdad mental; ésta es, por lo tanto, la verdad de mi cuerpo.
Te agradezco, Padre, porque Tú escuchaste mi oración.
Te doy gracias con toda la alegría y con todas las fuerzas interiores, porque Tu voluntad de perfección y salud se produjo en mí, es respuesta a mi pedido.
Así es y así será. Amén"
Actualizada con mensajes semanales o mensuales y el objetivo del blog es aportar algo a todas aquellas personas que anden buscando crecimiento espiritual y emocional, encontrando el amor de Dios. Jesús dijo que Él podría satisfacer deseos en nosotros como nadie más puede satisfacerlos (Juan 4.13-14; 6.35).
lunes, 26 de septiembre de 2011
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Cuando ores trata de ser sencillo
- La grandeza de la oración está en la sencillez
- Ser sencillo como un niño, cuando oras, es el método más perfecto. Jesús ya enunció esta verdad hace dos mil años, cuando dijo: «Si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos».
- El reino de los cielos es un estado interior de comunión con Dios y, consecuentemente, es el estado de felicidad.
- Ser como un niño es ser sencillo, puro y transparente en tu pensamiento; mantener univocidad entre la mente consciente y la subconsciente; tener confianza; creer ciegamente en el poder de Dios, así como el niño cree en el poder del padre y de la madre; decir lo que quieres decir y no tener doblez, ser siempre positivo, no guardar rencor y sentir armonía dentro de ti.
- Toda oración verdadera es sencilla.
- Y toda oración sencilla es unívoca.
- Toda oración unívoca es infalible.
- Para alcanzar la sencillez, necesitas soltarte, desarmarte, sentir el vuelo indescriptible de la libertad interior; tienes que saber envolverte en la poesía de la puesta del sol y alcanzar la belleza indecible de la flor.
- Ser sencillo es saludar a quien has ofendido y, con una sonrisa, pedir disculpas; ser sencillo es no dejar que entren en tu cabeza las maldades de los demás y siempre perdonar con las manos abiertas.
- Ser sencillo es ser realmente sencillo.
- Cuando eres sencillo, has alcanzado la Vida, pues la sencillez te pone en comunión con Dios y con todo el universo.
- Esta sencillez es el propio reino de los cielos.
- Para alcanzar la sencillez es necesario que te sumerjas a fondo en tu ser interior, hasta alcanzar la frontera entre lo finito y lo infinito. Cualquier pensamiento o sentimiento que estorbe la sencillez interior, te desviará y, entonces, no conseguirás encontrarte con Dios.
- La oración sencilla no puede contener odio, pues solamente la luz del amor universal iluminará tu camino hasta tu Dios interior. Basándose en esta verdad, Jesús enseñó:
- «Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; después vuelve a presentar tu ofrenda. Procura conciliarte con tu contrario, mientras estás con él por el camino […]». (Mt 5, 23-25).
- Quiere decir que, mientras que haya odio dentro de ti, tu oración no llegará a Dios, por tanto, no servirá subir al altar para hacer la ofrenda. Estarías perdiendo el tiempo.
- Jesús aconsejó entonces, dejar la ofrenda y reconciliarse primero con el hermano.
- Recuerdo ahora otro pasaje de la Biblia que dice que solamente los puros de corazón verán a Dios.
- Ser sencillo es ser puro de corazón.
viernes, 16 de septiembre de 2011
La fe
LA ORACION CURA LAS ENFERMEDADES
Cierta vez un padre se aproximó a Jesús, llevando a su hijo que sufría de ataques, y dijo al Maestro.
----Si pudieras hacer alguna cosa, ten piedad de nosotros y ayúdanos.
Jesús le dijo:
---- En cuanto al poder, quien tiene fe todo lo puede. Y curó al niño (Mc. 9,14-22)
La fe, como enseñó el Maestro, cura todas las enfermedades. No importa qué nombre le hayan dado a la enfermedad. Ella tiene cura.
El primer paso para que alcances la sanación de tu mal es tener la seguridad de que tiene cura.
Si piensas que tu mal es incurable y que tu dolencia es irreversible, estás bloqueando la fuerza curadora.
Ninguna enfermedad resistió al método de cura por la fe, usado por Jesús. Enseñó a sus discípulos a usar el método de la cura por la fe y ellos también lograron curas maravillosas.
Cuentan los Hechos de los Apóstoles que “había en la proximidad de este lugar un dominio perteneciente al primero de la isla. Este nos recibió y nos albergó con agrado durante tres días. Justamente el padre de Publio, atacado de fiebres y disenterías, estaba en cama. Paulo fue a verlo, oró, le impuso las manos y lo sanó. Ante esto los otros enfermos de la Isla, también lo buscaron y fueron curados. Por eso nos colmaron de atenciones, y en nuestra partida nos proveyeron de lo necesario” (Hechos 28, 7-10).
El Libro de los Hechos de los Apóstoles, narra muchas curas realizadas por los discípulos de Jesús. Pero Jesús enseñó que todos tienen el poder de curar su enfermedades, porque la fe es un don existente en cualquier criatura humana.
El Apóstol Santiago en una de sus cartas, escribió: · La oración de la fe, curará al enfermo y el Señor lo pondrá de pie”.
Nota bien que Santiago no dijo que la oración de la fe, tal vez pueda curar tu enfermedad. Nada de eso. La oración de la fe, sin lugar a dudas, curará al enfermo, sea cual fuere la enfermedad..
Santiago, aún agrega: “ Y si hubiese cometido pecados, éstos le serán perdonados”. Por consiguiente, la oración de la fe, no sólo elimina el efecto, sino también la causa.
Recuerda, una vez más, la historia de aquella mujer que sufría de un flujo de sangre. En doce años de tratamiento, ningún médico consiguió curarla. Gastó en vano toda su fortuna. Un día Jesús recorría la calle donde vivía esta señora. Al enterarse de la presencia de Jesús, la mujer se puso feliz y alimentó la esperanza de que la curaría. Se decía a si misma. “Si tan siquiera le tocara el manto, quedaré curada”; ésta era la oración de fe de aquella mujer. Una oración simple, directa, decidida y definitiva: “Si tan solo le tocara el manto, quedaré curada”.
Al tocar el manto de Jesús quedó instantáneamente curada. (Mt 9,18-26)
LA ORACION DE LA FE CURARÁ AL ENFERMO
La oración de la fe produce el milagro.
No importa la extensión de la oración, no importan las palabras, ni la expresión gramatical. Lo que importa es la fe que se expresa a través de las palabras.
No importa si cambias de oración cada día, para ver si aquella otra fórmula consigue la curación. La fe es la que cura.
Aunque digas una oración cortita y llena de errores gramaticales, si tienes fe, ocurrirá el milagro.
La mejor oración para una sanación es aquella cuyo texto contenga ya en si la verdadera cura y cuya mentalización acreciente tu fe. En este caso la cura es infalible.
“Y la oración de la fe, curará al enfermo”.
Ante todo , es necesario saber que no se trata de implorar por una curación. Tu oración de cura no es propiamente una súplica.
La súplica implica dudas, es decir, la posibilidad de ser o no atendido. Pero la oración no depende de factores incontrolables, ni de la suerte. La oración obedece a las leyes espirituales, por eso, todo ruego hecho con fe, es infalible, como escribió el Apóstol Santiago, a quien ya cité: “ La oración de la fe, curará al enfermo”.
El mismo Santiago, en su carta asegura: “Pides y no recibes, porque pides mal”, ahí está la otra prueba de que la oración es ley: cuando no son colocadas correctamente las premisas de esa ley, el resultado falla.
Para condicionar tu mente al uso correcto de las leyes de la oración, comienza por reconocer que tú, en tu verdadera realidad y esencia, continúas siendo perfecto. La enfermedad es una falsedad, es un estado negativo, es el resultado de un error de comprensión y este estado mental, no forma parte de tu legítima realidad de hijo de Dios perfecto.
Joseph Murphy escribió: “ La salud es la realidad de tu ser. Cuando haces una afirmación de salud, armonía y paz, para ti mismo u otra persona y cuando comprendes que esos son los principios universales de tu propio ser, tú alteras los padrones negativos de lo que estás afirmando. El resultado del proceso afirmativo de la oración reside en tu conformidad con los principios de la vida, indiferentes a las apariencias”.
Y concluye Murphy: “Reflexiona por un momento en el hecho de que existe un principio de la matemática, pero ninguno del error, hay un principio de la verdad, pero ninguno del error, hay un principio de honestidad, pero ninguno de deshonestidad, hay un principio de armonía, pero ninguno de discordancia; hay un principio de salud, pero ninguno de enfermedad; hay un principio de abundancia, pero ninguno de pobreza” ( “El poder del subconsciente”)
Fuente: extraído del libro EL PODER INFINITO DE LA ORACION
Cierta vez un padre se aproximó a Jesús, llevando a su hijo que sufría de ataques, y dijo al Maestro.
----Si pudieras hacer alguna cosa, ten piedad de nosotros y ayúdanos.
Jesús le dijo:
---- En cuanto al poder, quien tiene fe todo lo puede. Y curó al niño (Mc. 9,14-22)
La fe, como enseñó el Maestro, cura todas las enfermedades. No importa qué nombre le hayan dado a la enfermedad. Ella tiene cura.
El primer paso para que alcances la sanación de tu mal es tener la seguridad de que tiene cura.
Si piensas que tu mal es incurable y que tu dolencia es irreversible, estás bloqueando la fuerza curadora.
Ninguna enfermedad resistió al método de cura por la fe, usado por Jesús. Enseñó a sus discípulos a usar el método de la cura por la fe y ellos también lograron curas maravillosas.
Cuentan los Hechos de los Apóstoles que “había en la proximidad de este lugar un dominio perteneciente al primero de la isla. Este nos recibió y nos albergó con agrado durante tres días. Justamente el padre de Publio, atacado de fiebres y disenterías, estaba en cama. Paulo fue a verlo, oró, le impuso las manos y lo sanó. Ante esto los otros enfermos de la Isla, también lo buscaron y fueron curados. Por eso nos colmaron de atenciones, y en nuestra partida nos proveyeron de lo necesario” (Hechos 28, 7-10).
El Libro de los Hechos de los Apóstoles, narra muchas curas realizadas por los discípulos de Jesús. Pero Jesús enseñó que todos tienen el poder de curar su enfermedades, porque la fe es un don existente en cualquier criatura humana.
El Apóstol Santiago en una de sus cartas, escribió: · La oración de la fe, curará al enfermo y el Señor lo pondrá de pie”.
Nota bien que Santiago no dijo que la oración de la fe, tal vez pueda curar tu enfermedad. Nada de eso. La oración de la fe, sin lugar a dudas, curará al enfermo, sea cual fuere la enfermedad..
Santiago, aún agrega: “ Y si hubiese cometido pecados, éstos le serán perdonados”. Por consiguiente, la oración de la fe, no sólo elimina el efecto, sino también la causa.
Recuerda, una vez más, la historia de aquella mujer que sufría de un flujo de sangre. En doce años de tratamiento, ningún médico consiguió curarla. Gastó en vano toda su fortuna. Un día Jesús recorría la calle donde vivía esta señora. Al enterarse de la presencia de Jesús, la mujer se puso feliz y alimentó la esperanza de que la curaría. Se decía a si misma. “Si tan siquiera le tocara el manto, quedaré curada”; ésta era la oración de fe de aquella mujer. Una oración simple, directa, decidida y definitiva: “Si tan solo le tocara el manto, quedaré curada”.
Al tocar el manto de Jesús quedó instantáneamente curada. (Mt 9,18-26)
LA ORACION DE LA FE CURARÁ AL ENFERMO
La oración de la fe produce el milagro.
No importa la extensión de la oración, no importan las palabras, ni la expresión gramatical. Lo que importa es la fe que se expresa a través de las palabras.
No importa si cambias de oración cada día, para ver si aquella otra fórmula consigue la curación. La fe es la que cura.
Aunque digas una oración cortita y llena de errores gramaticales, si tienes fe, ocurrirá el milagro.
La mejor oración para una sanación es aquella cuyo texto contenga ya en si la verdadera cura y cuya mentalización acreciente tu fe. En este caso la cura es infalible.
“Y la oración de la fe, curará al enfermo”.
Ante todo , es necesario saber que no se trata de implorar por una curación. Tu oración de cura no es propiamente una súplica.
La súplica implica dudas, es decir, la posibilidad de ser o no atendido. Pero la oración no depende de factores incontrolables, ni de la suerte. La oración obedece a las leyes espirituales, por eso, todo ruego hecho con fe, es infalible, como escribió el Apóstol Santiago, a quien ya cité: “ La oración de la fe, curará al enfermo”.
El mismo Santiago, en su carta asegura: “Pides y no recibes, porque pides mal”, ahí está la otra prueba de que la oración es ley: cuando no son colocadas correctamente las premisas de esa ley, el resultado falla.
Para condicionar tu mente al uso correcto de las leyes de la oración, comienza por reconocer que tú, en tu verdadera realidad y esencia, continúas siendo perfecto. La enfermedad es una falsedad, es un estado negativo, es el resultado de un error de comprensión y este estado mental, no forma parte de tu legítima realidad de hijo de Dios perfecto.
Joseph Murphy escribió: “ La salud es la realidad de tu ser. Cuando haces una afirmación de salud, armonía y paz, para ti mismo u otra persona y cuando comprendes que esos son los principios universales de tu propio ser, tú alteras los padrones negativos de lo que estás afirmando. El resultado del proceso afirmativo de la oración reside en tu conformidad con los principios de la vida, indiferentes a las apariencias”.
Y concluye Murphy: “Reflexiona por un momento en el hecho de que existe un principio de la matemática, pero ninguno del error, hay un principio de la verdad, pero ninguno del error, hay un principio de honestidad, pero ninguno de deshonestidad, hay un principio de armonía, pero ninguno de discordancia; hay un principio de salud, pero ninguno de enfermedad; hay un principio de abundancia, pero ninguno de pobreza” ( “El poder del subconsciente”)
Fuente: extraído del libro EL PODER INFINITO DE LA ORACION
sábado, 10 de septiembre de 2011
El poder de la oración
Pregunta: "¿Qué es el poder de la oración?"
Respuesta: La idea del poder inherente en la oración es muy popular. De acuerdo a la Biblia, el poder de la oración es, simplemente, el poder de Dios, quien escucha y responde a nuestras oraciones. Considere lo siguiente:
1) El Señor Dios Todopoderoso puede todo; no hay nada imposible para Él. (Lucas 1:37).
2) El Señor Dios Todopoderoso invita a su pueblo a hablarle en oración. La oración a Dios debe ser ofrecida persistentemente (Lucas 18:1), con acción de gracias (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), dentro de la voluntad de Dios (Mateos 6:10), para la gloria de Dios (Juan 14:13-14), y con un corazón recto delante de Dios (Santiago 5:16).
3) El Señor Dios Todopoderoso escucha las oraciones de sus hijos. Él nos manda a orar, y nos promete escuchar cuando lo hacemos. “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6).
4) El Señor Dios Todopoderoso responde a las oraciones. “Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” (Salmo 17:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.” (Salmo 34:17).
Otra idea popular es que la cantidad de fe que tenemos determina si Dios contesta o no contesta nuestras oraciones. Sin embargo, el Señor responde a veces a las oraciones a pesar de nuestra falta de fe. En Hechos 12, la Iglesia ora por la liberación de Pedro de la cárcel (v. 5), y Dios contesta su oración (v. 7-11). Pedro se acerca al lugar de la reunión de oración y toca la puerta, pero al principio, los que están orando rehúsan creer que es Pedro en verdad. Ellos oraron por su libertad, pero fallaron esperar una respuesta a sus oraciones.
El poder de la oración no fluye de nosotros—no son las palabras especiales que decimos o la manera especial de expresarlas, ni siquiera la frecuencia de ofrecerlas. El poder de la oración no se basa en la dirección hacia la cual nos inclinamos o en cierta postura del cuerpo. El poder de la oración no proviene del uso de artefactos o iconos o velas o prendas. El poder de la oración se basa en Quien escucha y contesta nuestra oración. La oración nos pone en contacto con el Dios Todopoderoso, y debemos esperar poderosos resultados, si Él escoge conceder nuestras peticiones o no, si deniega nuestra solicitud, o nos pide que esperemos en Él. Cualquiera que sea la respuesta a nuestras oraciones, el Dios a quien oramos es la fuente de todo poder, y Él puede respondernos y lo hará, de acuerdo a su voluntad y horario perfecto.
viernes, 2 de septiembre de 2011
Como ser salvo
¿Cómo Puede Ser Salvo?
Dios ha hecho todo lo necesario para darle a usted vida eterna. Él pagó el precio total por el castigo de sus pecados. Así que ahora es su oportunidad de aceptarle a Él.
En Hechos, capítulo 16, se registra el relato de un hombre, que le hizo la siguiente pregunta al apóstol Pablo: “¿qué debo hacer para ser salvo? El apóstol Pablo, le contestó: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”.
¿Y qué más hay que hacer?
1- Usted debe reconocerse pecador delante de Dios. Dice la Biblia: “Por cuanto todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).
2- Debe arrepentirse sinceramente y pedir el perdón de Dios por sus pecados. Él está listo para perdonar a todo aquel que le pide el perdón. “Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, pues vendrán los tiempos de refrigerio de la presencia del Señor” (He. 3:19).
3- Debe confesar con su boca que Jesucristo es el Salvador de su alma y que sólo a través de Su muerte y resurrección obtiene el perdón de los pecados (Ro. 10:9-10).
4- Recibir a Cristo como único y exclusivo salvador de su alma. “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).
5- Debe andar en una vida nueva, dejando los pecados y la vida antigua atrás. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:13). Debe ocuparse de su salvación y no descuidarla por nada. “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (He. 2:3).
6- Busque una iglesia donde se predique el Evangelio completo, esto es, que Cristo Sana, Salva, Bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y que vuelve otra vez por Su Iglesia, una sin manchas ni arrugas espirituales (Ef. 5:27).
7- Pídale a su pastor que le bautice en las aguas, sumergiéndole en las mismas.
Si usted desea aceptar a Jesucristo en su alma y vida en este momento, ore de todo corazón así:
“Amado Dios, acepto a Cristo, ahora mismo como único y exclusivo Salvador de mi alma. Te acepto Jesús, públicamente; no me avergüenzo de ti; perdona mis pecados. Entra a mi corazón. Cambia mi vida. Lávame en tu sangre, y ayúdame a que persevere, firme en tu camino, firme en la Iglesia. Que sea bautizado y que sea lleno del Espíritu Santo. Escribe mi nombre en el Libro de la Vida. Te amo, Jesús. Gracias Jesús, creo en ti y soy salvo ahora. Tu sangre limpió mis pecados. Amen.
Por último concurrir a alguna de estas iglesias:
Dios ha hecho todo lo necesario para darle a usted vida eterna. Él pagó el precio total por el castigo de sus pecados. Así que ahora es su oportunidad de aceptarle a Él.
En Hechos, capítulo 16, se registra el relato de un hombre, que le hizo la siguiente pregunta al apóstol Pablo: “¿qué debo hacer para ser salvo? El apóstol Pablo, le contestó: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”.
1- Usted debe reconocerse pecador delante de Dios. Dice la Biblia: “Por cuanto todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).
2- Debe arrepentirse sinceramente y pedir el perdón de Dios por sus pecados. Él está listo para perdonar a todo aquel que le pide el perdón. “Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, pues vendrán los tiempos de refrigerio de la presencia del Señor” (He. 3:19).
3- Debe confesar con su boca que Jesucristo es el Salvador de su alma y que sólo a través de Su muerte y resurrección obtiene el perdón de los pecados (Ro. 10:9-10).
4- Recibir a Cristo como único y exclusivo salvador de su alma. “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).
5- Debe andar en una vida nueva, dejando los pecados y la vida antigua atrás. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:13). Debe ocuparse de su salvación y no descuidarla por nada. “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (He. 2:3).
6- Busque una iglesia donde se predique el Evangelio completo, esto es, que Cristo Sana, Salva, Bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y que vuelve otra vez por Su Iglesia, una sin manchas ni arrugas espirituales (Ef. 5:27).
7- Pídale a su pastor que le bautice en las aguas, sumergiéndole en las mismas.
Si usted desea aceptar a Jesucristo en su alma y vida en este momento, ore de todo corazón así:
“Amado Dios, acepto a Cristo, ahora mismo como único y exclusivo Salvador de mi alma. Te acepto Jesús, públicamente; no me avergüenzo de ti; perdona mis pecados. Entra a mi corazón. Cambia mi vida. Lávame en tu sangre, y ayúdame a que persevere, firme en tu camino, firme en la Iglesia. Que sea bautizado y que sea lleno del Espíritu Santo. Escribe mi nombre en el Libro de la Vida. Te amo, Jesús. Gracias Jesús, creo en ti y soy salvo ahora. Tu sangre limpió mis pecados. Amen.
Por último concurrir a alguna de estas iglesias:
Iglesia de Dios en el Uruguay Misiones Mundiales
Rev. Freddy W. Lafranchi, 18 de Julio 508.- telefax 46431466
Primer Tabernáculo Cristiano.
Rev. Ruben Dos Santos
Treinta y Tres y Ejido
Misión Vida para las Naciones
Pr. Carlos Calaguy (te debo la dirección porque se mudó hace unos días)
Mi refugio es Cristo
Pr. Leandro Ricardo
Barrio Arpí
Tabernáculo Bautista
Pr. Haroldo Fernández
Asambleas de Dios
Rev. Francisco Espinoza
Muñiz entre Batlle y Ordoñez y Herrera
Asamblea de Dios
Pr. Martín Correa
Varela y Tucumán
Cruzada Universal
Pr. Wilson Acuña
18 de Julio y Manuela Lestido
Cristiana Evangélica
Rev. Rafael Vega
Mata y Batlle y Ordoñez
Tabernáculo de Reunión
Pr. Fabricio García
Rodó y Muñiz
Vida Plena
Pr. Ruben Ferreira
Colón y Mata
Iglesia Evangélica Pentecostal
Pr. Batlle Rodriguez
Navarrete Casi Herrera
Datos aportados por Freddy Lafranchi
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