domingo, 30 de enero de 2011

El poder de la palabra.


Extraído el Libro Oíme bien Satanás de Calos Annacondia. Página 80 edición de bolsillo 2010
la Biblia dice que existen ataduras en la tierra que deben desatarse el cielo. Así es como debemos actuar. Es muy común, en especial en las culturas latinas, las ataduras realiza­das a través de los mandatos y sentencias familiares. Las Maldiciones heredadas las hemos recibido incluso desde niños: «Eres igual a tu padre»; «Siempre serás un burro»; «No sirves para nada»; etc. La palabra expresa autoridad. Dios hizo al mundo con la palabra. La palabra construye y también destru­ye. Es común escuchar a padres o hermanos decirle a los niños «locos» o «tontos». A través de estas palabras invocamos espí­ritus demoníacos y atamos al niño. Las palabras atan.

Hace algún tiempo atrás le llamé la atención severamen­te a uno de mis hijos por haberle dicho a su hermano una palabra que no correspondía, al oírlo me asusté. ¡Nunca permita que esas palabras se digan entre los miembros de su familia! Nuestra responsabilidad como cristianos es «bende­cir», llevar bendición incluso a través de las palabras. Siem­pre cuando hablo con mis hijos les digo: «¿Qué tal «genio?» ¿Qué hiciste «campeón»?

Algunas madres no se dan cuenta de esta verdad y sus hijos, al crecer, viven las consecuencias de lo que sus madres les sentenciaron. He conocido a muchachos que han oído de boca de sus madres decir: «¡Por qué habrás nacido! ¡Para qué te habré traído al mundo!» Estos jóvenes han quedado marcados hasta que encontraron a Jesús y pudieron hallar sanidad a estas heridas.



Cuando decimos «bobo», «animal», expresamos nuestro enojo momentáneo. No nos damos cuenta de que luego paga­mos las consecuencias en el mundo espiritual.

Extraído el Libro Oíme bien Satanás de Calos Annacondia. Página 80 edición de bolsillo 2010

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