La fe cura con la misma facilidad tanto una pequeña jaqueca colmo un cáncer de último grado. Es por eso que no existen enfermedades incurables. Jesucristo curó a los diez leprosos, dolencia considerada incurable en la época. Jesucristo curó al ciego, al sordo, al paralítico. En nombre de la fe, y diciendo decididamente: "Ve en paz, tu fe te curó". Él curó a innumerables personas durante los tres años de vida pública.
El Maestro siempre insistía: "Todo es posible para aquel que cree". "Sea lo que fuere lo que deseareis, cuando oréis creed que lo recibiréis y lo tendréis". (Marcos 11,24). "Pedid y recibiréis".
Más, no piense usted que es difícil tener fe. Nada de eso, es bien fácil.
Cuando cree que aquello que está diciendo en su plegaria o en su pedido es verdadero, es decir, que sucederá, usted tiene fe.
Tenga la fe simple del niño. Acepte como verdadero e infalible el principio de que, por el hecho de pedir, ya lo está alcanzando. La fe, pues, es el puente que liga el pedido al recibimiento.
Yo vi a diversas madres usar el poder de la fe para quitar el dolor a su hijo que se había golpeado. Cuando el pequeñito cayó al suelo, se golpeó y rompió a llorar, la madre lo levantó en brazos, le preguntó dónde se había golpeado y le dijo: "Espera, voy a darte un beso ahí donde te está doliendo y se te pasará. Listo, ya pasó". El niño deja de llorar y sale a jugar nuevamente. Creyó que era así, y fue así mismo; pasó el dolor.
Convénzase de que la fe realiza milagros.
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