sábado, 19 de noviembre de 2011

Pedid y recibiréis


Si usted recorre los grandes santuarios del mundo, por ejemplo, Lourdes, Fátima, Pompeya, Aparecida, Medianeira, Caravaggio, Luján, y tantos otros santuarios esparcidos por los países; si usted recorre las iglesias del mundo entero; si recorre los templos de todas las religiones occidentales y las orientales; si quisiera contar los millones de curas obtenidas por intercesión de millares y millares de santos; si usted quisiera catalogar a millones de personas que realizaron milagros y curas por medio de Jesucristo; si usted desea reunir la cantidad sin fin de oraciones que produjeron milagros, llegaría a la conclusión de que la fe es la fuerza más poderosa del universo.

La fe cura con la misma facilidad tanto una pequeña jaqueca colmo un cáncer de último grado. Es por eso que no existen enfermedades incurables. Jesucristo curó a los diez leprosos, dolencia considerada incurable en la época. Jesucristo curó al ciego, al sordo, al paralítico. En nombre de la fe, y diciendo decididamente: "Ve en paz, tu fe te curó". Él curó a innumerables personas durante los tres años de vida pública.

El Maestro siempre insistía: "Todo es posible para aquel que cree". "Sea lo que fuere lo que deseareis, cuando oréis creed que lo recibiréis y lo tendréis". (Marcos 11,24). "Pedid y recibiréis".

Y usted, que hasta ahora quiso construirlo todo únicamente por su capacidad de lucha, oiga al Maestro: "Hasta aquí nada pedisteis; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. (Juan 26,24). "Hágase conforme a tu fe" (Mt. 9,29).

Más, no piense usted que es difícil tener fe. Nada de eso, es bien fácil.
Cuando cree que aquello que está diciendo en su plegaria o en su pedido es verdadero, es decir, que sucederá, usted tiene fe.

Tenga la fe simple del niño. Acepte como verdadero e infalible el principio de que, por el hecho de pedir, ya lo está alcanzando. La fe, pues, es el puente que liga el pedido al recibimiento.

Yo vi a diversas madres usar el poder de la fe para quitar el dolor a su hijo que se había golpeado. Cuando el pequeñito cayó al suelo, se golpeó y rompió a llorar, la madre lo levantó en brazos, le preguntó dónde se había golpeado y le dijo: "Espera, voy a darte un beso ahí donde te está doliendo y se te pasará. Listo, ya pasó". El niño deja de llorar y sale a jugar nuevamente. Creyó que era así, y fue así mismo; pasó el dolor.
Convénzase de que la fe realiza milagros.