sábado, 23 de enero de 2016

Cuando tus padres envejecen

Pregunta: "¿Qué dice la Biblia acerca del cuidado de nuestros padres ancianos?"
http://www.gotquestions.org/Espanol/
Respuesta: La Biblia tiene mucho que decir sobre el cuidado de padres ancianos y otros miembros de la familia que no son capaces de cuidar de sí mismos. La iglesia cristiana primitiva actuó como la agencia de servicios sociales para otros creyentes. Se preocupaban por los pobres, los enfermos, las viudas y los huérfanos que no tenían a nadie más para cuidarlos. Los cristianos que tenían familiares necesitados debían suplir esas necesidades. Por desgracia, cuidar de nuestros padres en su vejez ya no es una obligación que muchos de nosotros estamos dispuestos a aceptar.

Los ancianos pueden verse como cargas en lugar de bendiciones. A veces, cuando nuestros padres necesitan cuidado, somos rápidos para olvidar los sacrificios que ellos hicieron por nosotros. En lugar de llevarlos a nuestras casas — cuando esto es seguro y factible — los ponemos en las comunidades de jubilación o asilos de ancianos, a veces contra su voluntad. Podemos no valorar la sabiduría que han adquirido a través de una larga vida, y podemos desacreditar sus consejos como "obsoletos".

Cuando honramos y cuidamos de nuestros padres, estamos sirviendo a Dios también. La Biblia dice: "Honra a las viudas que en verdad lo son. Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios… porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo." (1 Timoteo 5:3-4, 8).

No todas las personas mayores necesitan o quieren atención constante en las casas de sus hijos. Pueden preferir vivir en una comunidad con otras personas de su edad, o pueden ser capaces de total independencia. Independientemente de las circunstancias, todavía tenemos obligaciones a nuestros padres. Si están en necesidad de asistencia financiera, les deberíamos ayudar. Si están enfermos, nos debemos cuidar de ellos. Si necesitan un lugar para vivir, debemos ofrecerles nuestro hogar. Si necesitan ayuda con el trabajo doméstico o el cuidado de su propiedad, deberíamos ofrecerles nuestro apoyo. Y si están bajo el cuidado de un asilo de ancianos, tenemos que evaluar las condiciones de vida en la institución para asegurar que nuestros padres estén siendo cuidados correcta y amorosamente.

Nunca debemos permitir que las preocupaciones del mundo eclipsen las cosas que son más importantes — sirviendo a Dios a través de servir a la gente, especialmente la gente en nuestras propias familias. La Biblia dice: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra." (Efesios 6:2-3).

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viernes, 22 de enero de 2016

El Papa Francisco habla de la envidia

VATICANO, 21 Ene. 16 / 10:46 am (ACI).- Que Dios nos libre de los pecados de los celos y envidias, porque por ellos entregaron y mataron a Jesús, y podemos llevar a un hermano a la muerte, expresó este jueves el Papa Francisco en la Casa Santa Marta, donde celebró la memoria litúrgica de Santa Inés, virgen y mártir.

“Pidamos también al Señor la gracia de no entregar nunca, por envidia, a un hermano a la muerte, a una hermana de la parroquia, de la comunidad, tampoco a un vecino del barrio: cada uno tiene sus pecados, cada uno tiene sus virtudes. Son propias de cada uno. Ver el bien y no matar con los chismes, por envidia o por celos”, exhortó el Santo Padre al reflexionar sobre la primera lectura que narra los celos de Saúl, rey de Israel, hacia David.

El Pontífice dijo que Saúl miraba con malos ojos a David porque pensaba que podía traicionarlo. Entonces el rey de Israel decide matarlo; pero luego oye el consejo de su hijo y cambia de idea; sin embargo, después vuelve a tener pensamientos negativos. Los celos son una “enfermedad” que vuelve y lleva a la envidia, advirtió Francisco.

“¡Qué cosa fea es la envidia! Es una actitud y un pecado feo. En el corazón, los celos o la envidia crecen como mala hierba: crece y no deja crecer la hierba buena. Todo lo que le parece que le hace sombra, le hace mal. ¡Nunca está en paz! ¡Es un corazón atormentado, un corazón feo! Además, el corazón envidioso –como escuchamos aquí– lleva a matar, a la muerte. Y la Escritura lo dice claro: por la envidia del diablo, entró la muerte en el mundo”.

Francisco, evocando el Evangelio de Marcos, advirtió que Jesús también fue entregado por envidia, como percibió Pilatos. “La envidia –según la interpretación de Pilatos, que era muy inteligente, ¡pero cobarde!– es la que llevó a la muerte a Jesús. El instrumento, el último instrumento. Se lo habían entregado por envidia”.

El Pontífice explicó que “la envidia mata y no tolera que otro tenga algo que yo no tengo. Hace sufrir siempre, porque el corazón del envidioso o del celoso sufre. ¡Es un corazón que sufre!” y cuyo sufrimiento le hace desear “la muerte de los demás”. “Cuántas veces en nuestras comunidades, no hay que ir muy lejos para ver esto: por celos, se mata con la lengua. Uno tiene envidia de ese, del otro, y comienzan los chismes: y los chismes matan”, añadió.

“Y yo, pensando y reflexionando sobre este pasaje de la Escritura, me invito a mí mismo y a todos a buscar si en mi corazón hay algo de celos, algo de envidia, que siempre lleva a la muerte y no me hace feliz. Porque esta enfermedad nos lleva a ver lo bueno que hay en el otro como si estuviera en tu contra. ¡Y éste es un pecado feo! Es el comienzo de tantas, tantas criminalidades”.

Por ello, reiteró Francisco, “pidamos al Señor que nos dé la gracia de no abrir el corazón a los celos, de no abrir el corazón a las envidias, porque estas cosas llevan siempre a la muerte”.

Esta es la lectura sobre la que reflexionó el Papa Francisco:

Primera Lectura

I Samuel 18:6-9; 19:1-7

6 A su regreso, cuando volvió David de matar al filisteo, salían las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando al son de adufes y triángulos con cantos de alegría.

7 Las mujeres, danzando, cantaban a coro: “Saúl mató sus millares y David sus miríadas”.

8 Irritóse mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía: “Dan miríadas a David y a mí millares; sólo le falta ser rey”.

9 Y desde aquel día en adelante miraba Saúl a David con ojos de envidia.

1 Saúl dijo a su hijo Jonatán y a todos sus servidores que haría morir a David; pero Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David,

2 y avisó Jonatán a David diciéndole: “Mi padre Saúl te busca para matarte. Anda sobre aviso mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y escóndete.

3 Yo saldré y estaré junto a mi padre en el campo, donde tú estés, y hablaré por ti a mi padre; veré lo que hay y te avisaré”.

4 Habló Jonatán a Saúl su padre en favor de David y dijo: “No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha pecado contra ti, sino que te ha hecho grandes servicios.

5 Puso su vida en peligro, mató al filisteo y concedió Yahveh una gran victoria para todo Israel. Tú lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, vas a pecar contra sangre inocente haciendo morir a David sin motivo?”

6 Escuchó Saúl las palabras de Jonatán y juró: “¡Vive Yahveh!, no morirá”.

7 Llamó entonces Jonatán a David, le contó todas estas palabras y llevó a David donde Saúl, y se quedó a su servicio como antes.